Es probable que la población global supere los 9.000 millones de personas para 2050, y esto puede hacer parecer que la protección ambiental y el desarrollo humano están destinados a estar en extremos opuestos. Después de todo, en muchos lugares nuestras crecientes necesidades de energía, alimento, minerales y transporte ya han devastado la variedad de la vida en la Tierra. Y las proyecciones actuales indican que la presión del desarrollo seguirá creciendo, lo que pondrá mayor demanda sobre las tierras y las aguas, y las especies que viven en ellas.
Pero proteger la naturaleza también es vital para la salud y la prosperidad de las personas. Como nos demuestran las comunidades indígenas de todo el mundo, es posible vivir en armonía con la naturaleza. Sin embargo, con una población mundial en crecimiento y una mayor demanda de alimentos, vivienda y energía, crear políticas para prevenir la degradación de hábitats intactos puede volverse dificultoso.
Las jerarquías de mitigación pueden ayudarnos a navegar decisiones difíciles con respecto al desarrollo y su impacto sobre la naturaleza. La idea principal es evitar los impactos donde sea posible, pero además crear planes y modelos para reducir y compensar los impactos que sí ocurren:
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Evitar impactos sobre la biodiversidad
el paso más importante
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Minimizar los impactos
cuando no pueden evitarse
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Restaurar la función ecológica en otros lugares
el último recurso, idealmente implementado de un modo que logre una ganancia neta para la biodiversidad
De hecho, todos los 196 países que son parte del Convenio sobre Diversidad Biológica de la ONU y 116 de las instituciones financieras líderes en el mundo se han comprometido a hacer que el nuevo crecimiento responda a una jerarquía de mitigación de biodiversidad. Pueden parecer buenas noticias. Pero no tan rápido:
Implementar esquemas de mitigación más robustos que incluyan compensación de la biodiversidad —la restauración de hábitats para reemplazar nuevas pérdidas— es una parte importante para lograr la ganancia neta para la biodiversidad que toda la vida en la Tierra necesita. El mundo gasta actualmente entre 6.000 y 9.000 millones de dólares en compensación, solo cerca del 5% de los fondos que se necesitan para compensar los impactos que el desarrollo tiene sobre la biodiversidad. Esto deja una brecha de financiamiento para la naturaleza de 700.000 millones de dólares.
Entonces, sabemos que los gobiernos y las instituciones financieras necesitan trabajar en la implementación de los estándares que han suscrito. ¿Pero cómo?
Caso de estudio: Mongolia
Pensemos en el dilema de Mongolia. En décadas recientes, un boom minero ha ejercido presión sobre sus preciosas tierras naturales y puso en peligro la reivindicación de la nación del mayor ecosistema estepario del mundo: el desierto de Gobi de Asia Central.
Este nuevo sector pronto representó una gran parte del PIB del país. Con muchas personas por debajo de la línea de pobreza, el sustento de la población mongola dependía de él.
Pero el pueblo mongol también quería proteger la inconmensurable riqueza natural de la nación. Para equilibrar el rápido crecimiento en la minería y la infraestructura relacionada, recientemente el gobierno se comprometió a proteger el 30% de todas sus tierras naturales: 195.000 kilómetros cuadrados, un área del tamaño de Senegal o más grande que Portugal e Islandia juntos.
Y no son tierras cualquieras: el gobierno ha asegurado que las tierras protegidas representan toda la distribución y diversidad de las especies nativas y los ecosistemas de Mongolia a lo largo de cincuenta sitios.
Y para poner esto en práctica fue fundamental contar con una clara jerarquía de mitigación:
Implementar sistemas de jerarquía de mitigación y compensación de la biodiversidad ahora es más importante nunca. Sabemos que la pérdida de biodiversidad y el cambio climático son amenazas apremiantes para la salud y la prosperidad mundial, pero proteger y restaurar la naturaleza nos exigirá movilizar fondos significativos.
Mientras la economía mundial se levanta de una caída provocada por la pandemia, tenemos una enorme oportunidad para repensar cómo y hacia dónde se canaliza el dinero. Sin embargo, hasta la fecha, solo 1,8 billones de dólares de un estimado de 17,2 billones en fondos de estímulos han sido lo suficientemente verdes como para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero o mejorar la biodiversidad. Más de esos fondos deben destinarse a estrategias que ayuden a las personas y a la naturaleza.
Con la intención del liderazgo mundial de renovar los compromisos en materia de biodiversidad y clima a fines de este año, ahora es el momento de que los gobiernos y el sector privado aumenten la ambición para enfrentar las crisis —y oportunidades únicas en la historia— inminentes.
Descargue estas claras infografías para conocer mecanismos más innovadores que pueden contribuir a financiar un futuro sostenible, entre los que se incluyen los mercados de carbono y la reforma de los subsidios agrícolas.
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Construir mejor para la biodiversidad
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La compensación de la biodiversidad requiere que los grupos desarrolladores hagan una simple promesa: convertir la retención de la biodiversidad en una prioridad y, cuando la destrucción sea verdaderamente inevitable, restaurar un ecosistema similar de al menos igual tamaño, salud y valor ecológico
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Desbloquear el financiamiento
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Nuestro planeta enfrenta dos crisis urgentes e interconectadas: la pérdida de la biodiversidad y el cambio climático. Pero hay esperanza. Para proteger, gestionar y restaurar mejor los ecosistemas naturales, podemos atacar ambos problemas a la vez.
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Reactivación de las subvenciones a la naturaleza
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Refinar el modo de producir alimentos es la oportunidad más grande que tenemos para salvar nuestro planeta. En todo el mundo, los gobiernos están gastando cientos de miles de millones de dólares en subsidios nocivos.
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