Una naturaleza más abierta
Marcela Maldonado Medina, coordinadora de administración de reservas en TNC, Nueva York, habla sobre el acceso a la naturaleza.
Por Amanda Machado, escritora independiente | Otoño 2021
¿Qué fue lo que hizo que te interesara la administración de tierras?
Lo primero que me viene a la mente es la finca de mi abuelo en Ecuador. Mis abuelos cultivaban cacao y recuerdo mi niñez en la granja, corriendo con mis primos, yendo al río, simplemente pasándolo fenomenal en la naturaleza.
Después me mudé a Nueva York y mi relación con la naturaleza se vio mermada de diferentes formas. Así que, durante mi niñez viví ambas cosas: una relación muy estrecha con la naturaleza, siendo esta una parte de mi vida, y después la ausencia de expectativas de disfrutar de la naturaleza, la tierra o el campo.
Durante una década has trabajado en la administración de tierras, y más recientemente estableciendo alianzas con grupos como Latino Outdoors y Outdoor Afro. Después vino la pandemia y la reserva de TNC en la que trabajas, el Santuario Butler, registró casi cuatro veces más visitantes en 2020 que en el año anterior. ¿Ha cambiado la pandemia la idea que tienes sobre la administración de tierras?
Muchas personas han tenido la oportunidad de reconectar con la naturaleza o de hacerlo por primera vez, pero la mayor parte de esas personas ya tenían acceso a ella, lo que pasa es que no lo utilizaban. Es estupendo que todo el mundo pueda disfrutar de la naturaleza. Sin embargo, es una lástima ver que las conexiones que se están creando ahora están repitiendo los mismos patrones de antes.
¿Cuáles son esos patrones?
El acceso de las comunidades diversas a la naturaleza siempre ha sido menor que el de las comunidades blancas. Esta dinámica se vio magnificada durante la pandemia. Aquellos que tenían un menor acceso siguieron teniendo un menor acceso. Y las personas que tenían mayor acceso, bien fuera porque vivían más cerca de la naturaleza o porque tenían más ingresos que les permitían salir más, fueron las personas que de verdad disfrutaron de las reservas.
El proyecto en el que estoy trabajando ahora se centra en cambiar la manera en la que planteamos la gestión de las tierras, trabajando de forma más deliberada en esa equidad. Esto puede suponer la creación de senderos más sostenibles que, además, sean más accesibles a más personas, o la creación de más programas y asociaciones. La pandemia nos ha mostrado las dimensiones de esa desigualdad y también nos ha dado la oportunidad de intentar reducir esas diferencias. Dirijo un equipo de ocho colegas que trabajan en ello tratando de determinar cómo se aplica esta idea.
Has escrito también que las culturas diferentes y las personas con diferentes capacidades utilizan la naturaleza de manera diferente. Por ejemplo, las reservas suelen tener senderos estrechos, diseñados bajo el supuesto de que la gente hace senderismo en solitario, en lugar de con sus familias como muchas personas latinas hacen. ¿Qué ejemplos has visto al respecto?
Lo que observo cada vez más es que, al crear acceso para aquellos que lo tienen más limitado, se crean más accesos para todos.
Por ejemplo: tenemos unas reservas que, en su mayor parte, han sido gestionadas para esa experiencia prototípica «en solitario». Pero durante la pandemia, ir a la naturaleza se ha convertido en una experiencia social. Era un espacio en el que la gente se encontraba con sus amigos y se reunía de forma segura.
Si hubiésemos trabajado para los grupos que ya hacían eso, el impacto en la ecología de la reserva y en los recursos recreativos habría sido mucho menor. Los senderos no estaban preparados para el tipo de experiencia social que la gente buscaba durante la pandemia porque no los gestionábamos para ese fin.
Lo que observo cada vez más es que, al crear acceso para aquellos que lo tienen más limitado, se crean más accesos para todos.
Quote: Marcela Maldonado Medina
Proteger la ecología de un lugar y abrirlo al público suelen ser dos cosas contrapuestas. ¿Qué acciones concretas crees que podemos realizar para que vayan en la misma dirección?
Los profesionales que han defendido los senderos accesibles siempre han dejado muy claro que estos deben ser también senderos sostenibles (el diagrama de Venn es un círculo que refleja cómo la accesibilidad y la sostenibilidad se superponen). Si bien no es posible tener senderos accesibles en cualquier lugar, ya que suelen tener una superficie dura o ser muy anchos y llanos, sí que es posible tener senderos diseñados de forma sostenible, que minimicen la cantidad de obstáculos, cuyo mantenimiento se realice en consonancia con el paisaje y no en contraposición. Al hacer esto, se crearán senderos más sostenibles porque se minimiza la erosión, y se estarán ofreciendo senderos más accesibles porque tienden a ser más fáciles de transitar.
Después de un año gestionando una reserva con muchos más visitantes de lo normal, ¿cuáles han sido las mayores dificultades?
Recuerdo el incidente que tuvo lugar en Nueva York con Amy Cooper, una mujer blanca que llamó a la policía porque había un hombre de color en el parque (después de que él le pidiera que atase con correa a su perro).
Al comienzo de la pandemia dejé de supervisar algunas de las reservas con la misma frecuencia porque me resultaba imposible caminar más de un par de kilómetros sin tener que decirle a un montón de gente que atase a sus perros con la correa, y algunos de ellos se enfadaban porque se creían con derecho y yo no podía decirles nada. Empecé a sentirme insegura en las reservas que yo misma gestionaba. He pensado mucho sobre eso: el privilegio que algunas personas creen que tienen y sus derechos a la hora de disfrutar de la naturaleza, y cómo pueden hacer que otras personas se sientan inseguras en la naturaleza o en exteriores.
¿Quién se cree con derecho a estar en la naturaleza sin tener en cuenta la presencia de otros? ¿Y quién siente lo contrario?
La administración es, por sí misma, una profesión de blancos. Tiende a estar sesgada hacia el varón blanco. Y a veces (no siempre, porque yo tengo un gran equipo, pero a veces), me he sentido desplazada haciendo este trabajo. Tengo la suerte de tener supervisores que están dispuestos a escuchar y a crear un espacio para mí. Pero a veces, tener un aspecto tan diferente y luchar por el cambio me ha hecho sentir desplazada.
Espero que al aumentar el acceso a la naturaleza y al crear experiencias para personas más diversas, surjan más administradores de color y se creen más oportunidades para personas como yo, para que puedan estar en la naturaleza y también para cuidarla.
Eso me hace pensar en la finca de cacao de tu familia en Ecuador. No deja de ser una trágica paradoja que algunos de los primeros protectores de la naturaleza se hayan convertido ahora en la gente más desplazada con respecto a la misma. Cuando dices que la administración es una «profesión de blancos» pienso: «un momento, ¡tú vienes de una familia que cultivaba cacao!».
Sí, yo vengo de una familia de administradores. Aunque nunca los hayamos llamado así.